Miguel de
Cervantes
Don Quijote de la Mancha ha sido unánimemente definido como la obra
cumbre de la literatura universal y una de las máximas creaciones del ingenio
humano. Considerado asimismo el arranque de la novela moderna y concebido
inicialmente por Cervantes como una parodia de los libros de caballerías, el Quijote es un libro externamente cómico e
íntimamente triste, un retrato de unos ideales admirables burlescamente
enfrentados a la mísera realidad; no son pocos los paralelos que se han querido
establecer con la España imperial de los Austrias, potencia hegemónica
destinada a gobernar el mundo en el siglo XVI y a derrumbarse en el XVII, y con
la vida de su autor, gloriosamente herido en el triunfo de Lepanto y abocado
luego a toda suerte de desdichas.
A diferencia de la de su
contemporáneo Lope de Vega, quien conoció desde joven el éxito como
comediógrafo y poeta y también como seductor, la vida de Cervantes fue
ciertamente una ininterrumpida serie de pequeños fracasos domésticos y
profesionales, en la que no faltó ni el cautiverio, ni la injusta cárcel, ni la
afrenta pública. No sólo no contaba con rentas, sino que le costaba atraerse
los favores de mecenas o protectores; a ello se sumó una particular mala
fortuna que lo persiguió durante toda su vida. Sólo en sus últimos años, tras
el éxito de las dos partes delQuijote,
conoció cierta tranquilidad y pudo gozar del reconocimiento hacia su obra,
aunque sin llegar nunca a superar las penurias económicas.
Biografía
Cuarto de los siete hijos del matrimonio de Rodrigo de Cervantes
Saavedra y Leonor de Cortinas, Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá
(dinámica sede de la segunda universidad española, fundada en 1508 por el
cardenal Francisco Jiménez de Cisneros) entre el 29 de septiembre (día de San
Miguel) y el 9 de octubre de 1547, fecha en que fue bautizado en la parroquia
de Santa María la Mayor.
La familia de su padre conocía la prosperidad, pero su abuelo
Juan, graduado en leyes por Salamanca y juez de la Santa Inquisición, abandonó
el hogar y comenzó una errática y disipada vida, dejando a su mujer y al resto
de sus hijos en la indigencia, por lo que el padre de Cervantes se vio obligado
a ejercer su oficio de cirujano barbero, lo cual convirtió la infancia del
pequeño Miguel en una incansable peregrinación por las más populosas ciudades
castellanas. Por parte materna, Cervantes tenía un abuelo magistrado que llegó
a ser efímero propietario de tierras en Castilla. Estos pocos datos acerca de
las profesiones de los ascendientes de Cervantes fueron la base de la teoría de
Américo Castro sobre el origen converso (judíos obligados a convertirse en
cristianos desde 1495) de ambos progenitores del escritor.
El destino de Miguel parecía prefigurarse en parte en el de su
padre, quien, acosado por las deudas, abandonó Alcalá para buscar nuevos
horizontes en el próspero Valladolid, pero sufrió siete meses de cárcel por
impagos en 1552, y se asentó en Córdoba en 1553. Dos años más tarde, en esa ciudad,
Miguel ingresó en el flamante colegio de los jesuitas. Aunque no fuera persona
de gran cultura, Rodrigo se preocupaba por la educación de sus hijos; el futuro
escritor fue un lector precocísimo y sus dos hermanas sabían leer, cosa muy
poco usual en la época, aun en las clases altas. Por lo demás, la situación de
la familia era precaria.
En 1556 Leonor vendió el único
sirviente que le quedaba y partieron hacia Sevilla con el fin de mejorar
económicamente, pues esta ciudad era la puerta de España a las riquezas de las
Indias y la tercera ciudad de Europa (tras París y Nápoles) en la segunda mitad
del siglo XVI. A los diecisiete años, Miguel era un adolescente tímido y
tartamudo, que asistía a clase al colegio de los jesuitas y se distraía como
asiduo espectador de las representaciones del popular Lope de Rueda, como
recordaría luego, en 1615, en el prólogo a la edición de sus propias comedias:
«Me acordaba de haber visto representar al gran Lope de Rueda, varón insigne en
la representación y del entendimiento».
En 1551 la hasta entonces
pequeña y tranquila villa de Madrid había sido convertida en capital por Felipe
II, por lo que en los años siguientes la ciudad quintuplicaría su tamaño y
población; llevados nuevamente por el afán de prosperar, los Cervantes se
trasladaron en 1566 a la nueva capital. No se sabe con certeza que Cervantes
hubiera asistido a la universidad, a pesar de que en sus obras mostró
familiaridad con los usos y costumbres estudiantiles; en cambio, su nombre
aparece en 1568 como autor de cuatro composiciones en una antología de poemas
en alabanza de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, fallecida ese
mismo año. El editor del libro, el humanista Juan López de Hoyos (probable
introductor de Cervantes a la lectura de Virgilio, Horacio, Séneca y Catulo y,
sobre todo, a la del humanista Erasmo de Rotterdam) se
refiere a Cervantes como «nuestro caro y amado alumno». Otros aventuran, sin
embargo, que en el círculo o escuela de Hoyos, Cervantes había sido profesor y
no discípulo.
Soldado de Lepanto
En el año de 1569 un tal Miguel de Cervantes fue condenado en
Madrid a arresto y amputación de la mano derecha por herir a un tal Antonio de
Segura. La pena, corriente, se aplicaba a quien se atreviera a hacer uso de
armas en las proximidades de la residencia real. No se sabe si Cervantes salió
de España ese mismo año huyendo de esta sanción, pero lo cierto es que en
diciembre de 1569 se encontraba en los dominios españoles en Italia, provisto
de un certificado de cristiano viejo (sin ascendientes judíos o moros), y meses
después era soldado en la compañía de Diego de Urbina.
Pero la gran expectativa bélica
estaba puesta en la campaña contra el turco, en la que el Imperio español
cifraba la continuidad de su dominio y hegemonía en el Mediterráneo. Diez años
antes, España había perdido en Trípoli cuarenta y dos barcos y ocho mil
hombres. En 1571 Venecia y Roma formaban, con España, la Santa Alianza, y el 7
de octubre, comandadas por el hermanastro bastardo del rey de España, Juan de Austria, las
huestes españolas vencieron a los turcos en la batalla de Lepanto. Fue la
gloria inmediata, una gloria que marcó a Cervantes, el cual relataría muchos
años después, en la primera parte del Quijote, las
circunstancias de la lucha. En su transcurso recibió el escritor tres heridas,
una de las cuales, si se acepta esta hipótesis, inutilizó para siempre su mano
izquierda y le valió el apelativo de «el manco de Lepanto» como timbre de
gloria.
Junto a su hermano menor,
Rodrigo, Cervantes entró en batalla nuevamente en Corfú, también al mando de
Juan de Austria. En 1573 y 1574 se encontraba en Sicilia y en Nápoles, donde
mantuvo relaciones amorosas con una joven a quien llamó «Silena» en sus poemas
y de la que tuvo un hijo, Promontorio. Es posible que pasara por Génova a las
órdenes de Lope de Figueroa, puesto que la ciudad ligur aparece descrita en su
novela ejemplar El licenciado Vidriera, y
finalmente se dirigiera a Roma, donde frecuentó la casa del cardenal Acquaviva
(a quien dedicaríaLa Galatea), conocido suyo tal vez desde Madrid, y
por cuya cuenta habría cumplido algunas misiones y encargos.
Fue ésta la época en que
Cervantes se propuso conseguir una situación social y económica más elevada
dentro de la milicia mediante su promoción al grado de capitán, para lo cual
obtuvo dos cartas de recomendación ante Felipe II,
firmadas por Juan de Austria y por el virrey de Nápoles, en las que se
certificaba su valiente actuación en la batalla de Lepanto. Con esta intención,
Rodrigo y Miguel de Cervantes se embarcaron en la goleta Sol, que partió de
Nápoles el 20 de septiembre de 1575, y lo que debía ser un expedito regreso a la
patria se convirtió en el principio de una infortunada y larga peripecia.
El cautiverio en Argel
A poco de zarpar, la goleta se extravió tras una tormenta que la
separó del resto de la flotilla y fue abordada, a la altura de Marsella, por
tres corsarios berberiscos al mando de un albanés renegado de nombre Arnaute
Mamí. Tras encarnizado combate y la consiguiente muerte del capitán cristiano,
los hermanos cayeron prisioneros. Las cartas de recomendación salvaron la vida
a Cervantes, pero serían, a la vez, la causa de lo prolongado de su cautiverio:
Mamí, convencido de hallarse ante una persona principal y de recursos, lo
convirtió en su esclavo y lo mantuvo apartado del habitual canje de prisioneros
y del tráfico de cautivos corriente entre turcos y cristianos. Esta
circunstancia y su mano lisiada lo eximieron de ir a las galeras.
Argel era en aquel momento uno de los centros de comercio más
ricos del Mediterráneo. En él muchos cristianos pasaban de la esclavitud a la
riqueza renunciando a su fe. El tráfico de personas era intenso, pero la
familia de Cervantes estaba bien lejos de poder reunir la cantidad necesaria
siquiera para el rescate de uno de los hermanos. Cervantes protagonizó, durante
su prisión, cuatro intentos de fuga. El primero fue una tentativa frustrada de
llegar por tierra a Orán, que era el punto más cercano de la dominación
española.
El segundo, al año de aquél, coincidió con los preparativos de
la liberación de su hermano. En efecto, Andrea y Magdalena, las dos hermanas de
Cervantes, mantuvieron un pleito con un madrileño rico llamado Alonso Pacheco
Pastor, durante el cual demostraron que debido al matrimonio de éste sus
ingresos como barraganas se verían mermados, y, según costumbre, obtuvieron
dotes que fueron destinadas al rescate de Rodrigo, quien saldría de Argel el 24
de agosto de 1577. Los hermanos pudieron despedirse pese a haber fracasado el
segundo intento de fuga de Miguel, que se salvó de la ejecución gracias a que
su dueño lo consideraba un «hombre principal».
El tercer intento fue mucho más dramático en sus consecuencias:
Cervantes contrató un mensajero que debía llevar una carta al gobernador
español de Orán. Interceptado, el mensajero fue condenado a muerte y empalado,
mientras que al escritor se le suspendieron los dos mil azotes a los que se le
había condenado y que equivalían a la muerte. Una vez más, la presunción de
riqueza le permitió conservar la vida y alargó su cautiverio. Esto sucedía a
principios de 1578.
Finalmente, un año y medio más tarde, Cervantes planeó una fuga
en compañía de un renegado de Granada, el licenciado Girón. Delatados por un
tal Blanco de Paz, Cervantes fue encadenado y encerrado durante cinco meses en
la prisión de moros convictos de Argel. Tuvo un nuevo dueño, el rey Hassán, que
pidió seiscientos ducados por su rescate. Cervantes estaba aterrado: temía un
traslado a Constantinopla. Mientras tanto su madre, doña Leonor, había iniciado
trámites para su rescate. Fingiéndose viuda, reunió dinero, obtuvo préstamos y
garantías, se puso bajo la advocación de dos frailes y, en septiembre de 1579,
entregó al Consejo de las Cruzadas cuatrocientos setenta y cinco ducados.
Hassán retuvo a Cervantes hasta el último momento, mientras los frailes
negociaban y pedían limosna para completar la cantidad. Por último, el 19 de
septiembre de 1580, fue liberado, y tras un mes en el que para limpiar su
nombre pleiteó contra Blanco de Paz, se embarcó para España el 24 de octubre.
Retorno a la patria
Cinco días más tarde, después de un lustro de cautiverio,
Cervantes llegó a Denia y volvió a Madrid. Tenía treinta y tres años y había
pasado los últimos diez entre la guerra y la prisión; la situación de su
familia, empobrecida y endeudada con el Consejo de las Cruzadas, reflejaba en
cierto modo la profunda crisis general del imperio, que se agravaría luego de
la derrota de la Armada Invencible en 1588. Al retornar, Cervantes renunció a
la carrera militar, se entusiasmó con las perspectivas de prosperidad de los
funcionarios de Indias, trató de obtener un puesto en América y fracasó.
Mientras tanto, fruto de sus relaciones clandestinas con una joven casada, Ana
de Villafranca (o Ana de Rojas), nació una hija, Isabel, criada por su madre y
por el que aparecía como su padre putativo, Alonso Rodríguez.
A los treinta y siete años,
Cervantes contrajo matrimonio; su novia, Catalina de Salazar y Palacios, era de
una familia de Esquivias, pueblo campesino de La Mancha. Tenía sólo dieciocho
años; no obstante, no parece haber sido una unión signada por el amor. Meses
antes, el escritor había acabado su primera obra importante, La Galatea, una
novela pastoril al estilo puesto en boga por la Arcadia de Jacopo Sannazaro ochenta años atrás. El editor Blas de
Robles le pagó 1.336 reales por el manuscrito.
Esta cifra nada despreciable y
la buena acogida y el relativo éxito del libro animaron a Cervantes a dedicarse
a escribir comedias, aunque sabía que mal podía competir él, todavía respetuoso
de las normas clásicas, con el nuevo modo de Lope de Vega, dueño
absoluto de la escena española. Las dos primeras (La comedia de la confusióny Tratado de Constantinopla y
muerte de Selim, escritas hacia 1585 y desaparecidas ambas) obtuvieron relativo
éxito en sus representaciones, pero Cervantes fue vencido por el vendaval
lopesco, y a pesar de las veinte o treinta obras compuesta en esta etapa (de
las que sólo conocemos nueve títulos y dos textos, Los tratos de Argel y Numancia),
alrededor de 1600 había dejado de escribir comedias, actividad que retomaría al
fin de sus días.
Entre 1585 y 1600 Cervantes fijó su residencia en Esquivias,
pero solía visitar Madrid solo; allí alternaba con los escritores de su tiempo,
leía sus obras y mantenía una permanente querella con Lope de Vega. En 1587
ingresó en la Academia Imitatoria, primer círculo literario madrileño, y ese
mismo año fue designado comisario real de abastos (recaudador de especies) para
la Armada Invencible. También este destino le fue adverso: en Écija se enfrentó
con la Iglesia por su excesivo celo recaudatorio y fue excomulgado; en Castro
del Río fue encarcelado (1592), acusado de vender parte del trigo requisado. Al
morir su madre en 1594, abandonó Andalucía y volvió a Madrid.
Pero las penurias económicas
siguieron acompañándole. Nombrado recaudador de impuestos, quebró el banquero a
quien había entregado importantes sumas y Cervantes dio con sus huesos en
prisión, esta vez en la de Sevilla, donde permaneció cinco meses. En esta época
de extrema carencia comenzó probablemente la redacción del Quijote. Entre
1604 y 1606, la familia de Cervantes, su esposa, sus hermanas y su aguerrida
hija natural, así como sus sobrinas, siguieron a la corte a Valladolid, hasta
que el rey Felipe III ordenó el retorno a Madrid.
El Quijote
En 1605, a principios de año,
apareció en Madrid El ingenioso hidalgo don
Quijote de La Mancha. Su autor era por entonces un hombre enjuto, delgado, de
cincuenta y ocho años, tolerante con su turbulenta familia, poco hábil para
ganar dinero, pusilánime en tiempos de paz y decidido en los de guerra. La fama
fue inmediata, pero los efectos económicos apenas se hicieron notar. Cuando en
junio de 1605 toda la familia Cervantes, con el escritor a la cabeza, fue a la
cárcel por unas horas a causa de un turbio asunto que sólo tangencialmente les
tocaba (la muerte de un caballero asistido por las mujeres de la familia,
ocurrida tras ser herido aquél a las puertas de la casa), don Quijote y Sancho
ya pertenecían al acervo popular.
Su autor, mientras tanto,
seguía pasando estrecheces. No le ofreció respiro ni siquiera la vida
literaria: animado por el éxito del Quijote,
ingresó en 1609 en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento, a la que
también pertenecían Lope de Vega y Francisco de Quevedo. Era
ésta costumbre de la época, que ofrecía a Cervantes la oportunidad de obtener
algún protectorado.
En aquel mismo año se firmó el decreto de expulsión de los
moriscos y se acentuó el endurecimiento de la vida social española, sometida al
rigor inquisitorial. Cervantes saludó la expulsión con alegría, mientras su
hermana Magdalena ingresaba en una orden religiosa. Fueron años de redacción de
testamentos y contiendas sórdidas: Magdalena había excluido del suyo a Isabel
en favor de otra sobrina, Constanza, y Cervantes renunció a su parte de la
finca de su hermano también en favor de aquélla, dejando fuera a su propia
hija, enzarzada en un pleito interminable con el propietario de la casa en la
que vivía y en el que Cervantes se había visto obligado a declarar a favor de
su hija.
A pesar de no conseguir
siquiera (como tampoco lo logró Góngora) ser
incluido en el séquito de su mecenas el conde de Lemos, recién nombrado nuevo
virrey de Nápoles (el cual, sin embargo, le daba muestras concretas de su
favor), Cervantes escribió a un ritmo imparable: las Novelas ejemplares vieron la luz en 1613; elViaje al Parnaso, en
verso, en 1614. Ese mismo año lo sorprendió la aparición, en Tarragona, de una
segunda parte espuria del Quijote escrita por un tal Avellaneda, que se
proclamó auténtica continuación de las aventuras del hidalgo. Así, enfermo y
urgido, y mientras preparaba la publicación de las Ocho comedias y ocho entremeses
nuevos nunca representados (1615),
acabó la segunda parte delQuijote, que se imprimiría en el curso del mismo año.
A principios de 1616 estaba
terminando una novela de aventuras en estilo bizantino: Los trabajos de Persiles y
Sigismunda. El 19 de abril recibió la extremaunción y al día siguiente
redactó la dedicatoria al conde de Lemos, ofrenda que ha sido considerada como
exquisita muestra de su genio y conmovedora expresión autobiográfica: «Ayer me
dieron la extremaunción y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias
crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo
que tengo de vivir...».
Unos meses antes de su muerte, Cervantes había tenido una
recompensa moral por sus penurias e infortunios económicos: uno de los
censores, el licenciado Márquez Torres, le envió una recomendación en la que
relataba una conversación mantenida en febrero de 1615 con notables caballeros
del séquito del embajador francés: «Preguntáronme muy por menor su edad, su
profesión, calidad y cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado,
hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras: "Pues ¿a tal
hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?".
Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento y con mucha agudeza:
"Si necesidad le ha de obligar a escribir, plaga a Dios que nunca tenga
abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el
mundo"».
En efecto, ya circulaban
traducciones al inglés y al francés desde 1612, y puede decirse que Cervantes
supo que con el Quijote creaba una forma literaria nueva. Supo
también que introducía el género de la novela corta en castellano con susNovelas ejemplares y sin duda adivinaba los ilimitados
alcances de la pareja de personajes que había concebido. Sus contemporáneos, si
bien reconocieron la viveza de su ingenio, no vislumbraron la profundidad del
descubrimiento del Quijote,
fundación misma de la novela moderna. Así, entre el 22 y el 23 de abril de
1616, murió en su casa de Madrid, asistido por su esposa y una de sus sobrinas;
envuelto en su hábito franciscano y con el rostro sin cubrir, fue enterrado en
el convento de las trinitarias descalzas, en la entonces llamada calle de
Cantarranas. A principios de 2015, un grupo de investigadores que se había
propuesto localizar su tumba encontró un ataúd con las iniciales
"M.C.", pero el examen de su contenido reveló que no podía ser el del
escritor. En marzo del mismo año, los estudiosos concluyeron que sus restos
mortales se hallaban en un enterramiento en el subsuelo de la cripta, mezclados
tras un traslado con los de otras dieciséis personas.
Las fuentes del arte de
Cervantes como novelista son complejas: por un lado, don Quijote y Sancho son
parodia de los caballeros andantes y sus escuderos; por otro, en ellos mismos
se exalta la fidelidad al honor y a la lucha por los débiles. En elQuijote confluyen, pues, realismo y fantasía,
meditación y reflexión sobre la literatura: los personajes discuten sobre su
propia entidad de personajes mientras las fronteras entre delirio y razón y
entre ficción y realidad se borran una y otra vez. Pero el derrotero de
Cervantes, que asistió tanto a las glorias imperiales de Lepanto como a las
derrotas de la Invencible ante las costas de Inglaterra, sólo conoció los
sinsabores de la pobreza y las zozobras ante el poder. Al revés que su
personaje, no pudo escapar nunca de su destino de hidalgo, soldado y pobre.
Extraído de Biografias y Vidas. Todos los derechos a su nombre.
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